La Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, por medio de una iniciativa del diputado Raúl Puy, rindió homenaje al político, periodista y siputado boliviano Marcelo Quiroga Santa Cruz, símbolo de la lucha democrática latinoamericana, asesinado en La Paz en julio de 1980.
Con el descubrimiento de una placa en la biblioteca que lleva su nombre (ubicada en la calle Charrúa 2900) la Legislatura de la Ciudad recordó a Marcelo Quiroga Santa Cruz, nacido en Cochabamba el 13 de marzo de 1931 y asesinado en La Paz el 17 de julio de 1980.
Corría octubre de 1969 "cuando los latinoamericanos tomaron nota de que en el Altiplano de Bolivia existía un político nacionalista de la clase del General Enrique Mosconi, de la Argentina y del General Lázaro Cardenas, de México", comienza su relato el periodista Rogelio García Lupo, autor de un libro sobre la vida de Marcelo Quiroga Santa Cruz.
Ese hombre fue ministro de Minas y Petróleo del gabinete del General Alfredo Ovando, y allí pudo descubrirse los finos rasgos de Quiroga Santa Cruz que convirtió en leyes sus denuncias parlamentarias contra el monopolio petrolero y que emprendió una rápida gestión de gobierno destinada a rescatar para su país una inmensa riqueza enajenada.
Este abogado de escrupulosa opinión jurídica, era sobre todo un intelectual pero no por eso ajeno a la lucha, obrero de esa admirable síntesis que, cuando se produce engendra las personalidades más poderosas del continente.
Quiroga Santa Cruz marcho al exilio al producirse el golpe de estado que derrocó a Luis Adolfo Siles Salinas y residió en Argentina, Chile y México y luego recorrió el camino del nacionalismo al socialismo junto con su propio pueblo fundando al Partido Socialista Uno de Bolivia, el de crecimiento relativo más importante de la década del '70 y que emprendiera una importante batalla por los derechos humanos y la justicia social desde el parlamento.
El 17 de julio de 1980 al producirse el golpe de estado encabezado por el General Luis García Meza y ejecutado con el apoyo de paramilitares argentinos, bajo las ordenes del criminal de guerra nazi Klaus Altmann (Barbie), Marcelo Quiroga Santa Cruz fue secuestrado, torturado permaneciendo primero como desaparecido y luego asesinado por el régimen imperante.
Ese hombre fue ministro de Minas y Petróleo del gabinete del General Alfredo Ovando, y allí pudo descubrirse los finos rasgos de Quiroga Santa Cruz que convirtió en leyes sus denuncias parlamentarias contra el monopolio petrolero y que emprendió una rápida gestión de gobierno destinada a rescatar para su país una inmensa riqueza enajenada.
Este abogado de escrupulosa opinión jurídica, era sobre todo un intelectual pero no por eso ajeno a la lucha, obrero de esa admirable síntesis que, cuando se produce engendra las personalidades más poderosas del continente.
Quiroga Santa Cruz marcho al exilio al producirse el golpe de estado que derrocó a Luis Adolfo Siles Salinas y residió en Argentina, Chile y México y luego recorrió el camino del nacionalismo al socialismo junto con su propio pueblo fundando al Partido Socialista Uno de Bolivia, el de crecimiento relativo más importante de la década del '70 y que emprendiera una importante batalla por los derechos humanos y la justicia social desde el parlamento.
El 17 de julio de 1980 al producirse el golpe de estado encabezado por el General Luis García Meza y ejecutado con el apoyo de paramilitares argentinos, bajo las ordenes del criminal de guerra nazi Klaus Altmann (Barbie), Marcelo Quiroga Santa Cruz fue secuestrado, torturado permaneciendo primero como desaparecido y luego asesinado por el régimen imperante.
Como resultado del golpe de estado la Central Obrera Boliviana fue destruida, y comenzó una larga caza de brujas con desaparecidos y torturados, encapuchados y autos que actuaban en la oscuridad, repitiendo un modelo que muy bien conocimos los argentinos en aquellos mismo años.
Poco después sus familiares recibieron, como toda respuesta, las supuestas cenizas del ex ministro y dirigente socialista por el reclamo por su vida. En 1997 se formo una comisión investigadora que tuvo que trabajar en medio de un clima de intimidación y amenazas de muertes.
La ensayística de Quiroga se inició en el existencialismo sartreano y después evolucionó hacia una perspectiva marcadamente marxista. Entre sus obras de ese género cabe señalar La victoria de abril sobre la nación (1960), ¡Abajo la dictadura! (1972) y El saqueo de Bolivia (1973). Su narrativa, también principalmente existencial, evoca el universo de una conciencia lúcida en constante confrontación con los convencionalismos y la tradición religiosa.
Su principal obra, Los deshabitados (1957), fue un ejemplo de la novela social más significativa de la literatura contemporánea boliviana. Tanto la estructura fragmentaria de Los deshabitados como su carencia de una trama perfectamente definida que opere como hilo conductor de los hechos narrados ponen de manifiesto el sentido fundamental de esta gran novela: la irremisible soledad a la que parece estar condenado el ser humano, y que se hace aún más patente a través de los encuentros y las conversaciones que dichos personajes mantienen entre ellos.
En el acto, el diputado Puy señaló que se trataba de "un justo homenaje a un abogado y político de un país hermano, que a lo largo de su trayectoria fuera un ejemplo de lucha por la democracia y los derechos humanos, y que entrego su vida por la causa de la independencia de su patria y la elevación del pueblo".
Poco después sus familiares recibieron, como toda respuesta, las supuestas cenizas del ex ministro y dirigente socialista por el reclamo por su vida. En 1997 se formo una comisión investigadora que tuvo que trabajar en medio de un clima de intimidación y amenazas de muertes.
La ensayística de Quiroga se inició en el existencialismo sartreano y después evolucionó hacia una perspectiva marcadamente marxista. Entre sus obras de ese género cabe señalar La victoria de abril sobre la nación (1960), ¡Abajo la dictadura! (1972) y El saqueo de Bolivia (1973). Su narrativa, también principalmente existencial, evoca el universo de una conciencia lúcida en constante confrontación con los convencionalismos y la tradición religiosa.
Su principal obra, Los deshabitados (1957), fue un ejemplo de la novela social más significativa de la literatura contemporánea boliviana. Tanto la estructura fragmentaria de Los deshabitados como su carencia de una trama perfectamente definida que opere como hilo conductor de los hechos narrados ponen de manifiesto el sentido fundamental de esta gran novela: la irremisible soledad a la que parece estar condenado el ser humano, y que se hace aún más patente a través de los encuentros y las conversaciones que dichos personajes mantienen entre ellos.
En el acto, el diputado Puy señaló que se trataba de "un justo homenaje a un abogado y político de un país hermano, que a lo largo de su trayectoria fuera un ejemplo de lucha por la democracia y los derechos humanos, y que entrego su vida por la causa de la independencia de su patria y la elevación del pueblo".